viernes, 15 de agosto de 2008

11 razones inconexas para escuchar Room Eleven


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1. 5 holandeses de perfil bajo y nivel alto; voz, guitarra, batería, contrabajo, teclados. Composiciones que fusionan jazz, blues, funk folk, bossa, soul, world music y rock; letras directas sobre poco más que anécdotas y reflexiones sobre la vida diaria con una mirada realista lumínica y, cuando no, irónica y despojada de toda gravedad; trío rítmico/armónico jazzero. Profundo buen gusto en arreglos y armonías, una voz que sabe flotar en el aire y solos deliciosos. Dos álbumes: Six White Russians and a Pink Pussycat (2006) y Mmm... Gumbo? (2008). Hace días que no escucho otra cosa.

2. Su versión de Bitch no sólo provoca desechar directamente el original de la one-hit-wonder Meredith Brooks, sino que impulsa a seguir escuchando un repertorio de canciones que muestra una precisión delicada en la elección y combinación de instrumentos, arreglos y ritmos, logrando un balance inesperado entre diversidad y fluidez en ambos álbumes.

2(bis). Su versión de Bitch sale del neto rock-hit noventoso (en la senda de Natalie Imbruglia o los cortes de difusión de Alanis Morrisette) y se aventura con: una intro en guitarra jazzy-bossa, fraseos de trompeta que completan una justa ecuación entre distintas partes de la geografía musical mundial (que, para re condimentar, tiene un video que fue grabado en Argentina, en una noche de tango en una milonga en baires, algunas calles de La Plata y la playa Bristol y la ruta a BAires-Mar del Plata), correctas inversiones de teclados y platillos, y el perfecto sonido (digitalizado/procesado?) de batería en el que se apoya la base rítmica, para lograr algo completamente nuevo, necesario, con todo eso que le falta a cualquier tema que suena como el de Meredith Brooks, y que surge cuando es tocado por alguien con alma; alguien que puede decir suave y lentamente "I'm a bitch, I'm a lover, I'm a child, I'm a mother..." y resignificar todo el tema en una plegaria un tanto agónica y profundamente relajada, como quien verdaderamente confiesa y pide ser tomado como es. Lo que se dice hacer propio un tema, no simplemente tocarlo.

3. Las voces e instrumentos exudan una sensualidad que sin darnos cuenta se tiñe de calidez, ternura, ironía y de pronto nos tiene saltando al ritmo de un himno vehemente e irónico a los viajes vacacionales influenciado por las leyes de Murphy y cierto espíritu viajero cronopio. Eclecticismo subyacente nodal.

4. Asuntos frívolos, no comprobados y extra-musicales: su página web es decididamente simpática (y, salvo muy poco, no hay un pomo en inglés o castellano, todo neerlandés), tienen una apariencia bastante tímida, viajan todos apilados en un colectivo azul, sacan fotos maravillosas, y la cantante prometió que si alguien encuentra los lentes que perdió en la Bristol, vuelven.

6. Sus letras versan de mínimas impresiones sobre eventos comunes en gente ordinaria, con la sorprendente capacidad de (a pesar de ser el inglés la segunda lengua de Schra) encapsular breve y simplemente la transformación de tragedias personales (Flavour, Sad Song, Hey Hey Hey, Somedays) en pequeñas odas a la felicidad de la vida cotidiana (o al menos un luminoso y optimista cambio en torno a la manera de ver las cosas). Ambos discos están repletos de pequeños guiños y elementos que quiebran la fria solemnidad en la que puede aparcar la existencia, supongamos, un domingo nublado de la sospecha de engaño. De la mano de ciertas piezas particulares (All Right, It's Raining, A Little Of Me) la cantante y letrista parece sellar un pacto de intimidad confesional con los escuchas, como un secreto susurrado a oscuras a las dos de la mañana.

7. Como ellos mismos aseguran, parecen tomar de su espectro de percepción cuanto les llame la atención y llenarlo de cierto tipo de claridad embellecedora; anécdotas, ideas, géneros, influencias (como ese estilo de canción francesa del 40-50, en Lalala Love, I wanna be your... y algún otro por ahí)... Son un frasco de caramelos en la mesa al lado del sofá contra la ventana hacia la tarde lluviosa.

8. La voz de Janne Schra.

9. El trío Tony Roe (teclados), Lucas Dols (bajo) y Maarten Molema (batería)

10. Baladas con jam, o jazz radial, o viceversa: ritmos folk/soul con solos eléctricos, trompetas delicadas con suavidad bakeriana, alguna reminiscencia a Norah Jones (esa cosa blues/folk de bar de whisky), Sarah McLachlan, Pat Metheny (Tried To Be), Kings Of Convenience (un poco más); todo cocteleado en un formato cercano al pop (y quizás sólo por lo accesibles) que, contrario a lo que producen las actuales piezas pertenecientes a dicho género, impulsan a seguir escuchando.
What will it be? (como Ode) tiene un sabor progresivo que supera y promete, de una idea-tango a algo menos sincopado, a un ritmo folk galopando sobre palmas y voz vibrante que muere en un gemido blusero agónico.
Nótese cómo la voz de Janne cobra un matiz dulce, maleable, melifluo en Not Jealous cruzándose con la de Dayna Kurtz, donde se da un dueto femenino de balance perfecto.

11. Six White Russians And A Pink Pussycat brinda piezas de un sonido delicado, profundo, reflexivo, por momentos sorpresivo y dulce, justo y abierto que posibilita apreciarlo en varios niveles, y letras íntimas que no esquivan temores y penas, como un libro de pensamientos a cielo abierto. Sus 51 minutos pueden acompañar el último whiskey y cigarrillo del sábado y el té de manzana y canela de la mañana lluviosa del domingo siguiente.
Mmm... Gumbo ofrece canciones más redondas, marcadas, delimitadas; suenan más afianzados y definidos (no hay covers), continúa al anterior y se inclina por composiciones más complejas en la estructura rítmica (What will it be, Looking at my feet, Ode) con un ligero predominio de composiciones para guitarra y voz.
Si el primer disco parece situado en un presente reescrito en letras y melodías que trastocan todo en delicadeza y cierto aprecio por lo mínimo (Listen, It's raining, Flavour), como en un instante detenido que reformula y halla su centro, el segundo parece extenderse en el tiempo sobre matices nostálgicos (Swimmer, Lovely Morning, Rainy Day in the Sun) y un espectro más amplio y maduro, abarcando temas como la melancolía ineludible y necesaria, la distancia y la soledad en un tono más serio y frontal, una visión por momentos ácida pero carente de toda maldad, resignada y risueña, que no deja de ser redentora.

Puñados de canciones que hallan algo nuevo en viejos rincones, fotos antiguas, ritos cotidianos, programas de radio pasados de moda y ciudades lejanas, y lo situan como centro de la pequeña maravilla iridiscente de lo cotidiano.

4 comentarios:

María José Imperial Pelaggio dijo...

No sólo lo leí, bajé el tema "bitch". me dio la sensación de que era una versión al estilo "ruedas de bicicleta frenadas" (bueno, no sé si eso le pasó a alguien alguna vez, a mí sí, y esa es la sensación que tuve). Por otra parte, no pensaba encontrarme con algo tan tranquilo a raíz de quien viene el comentario. Me gustó bastante, al menos ese tema, y voy a bajar algunos otros a ver qué pasa.
Por suerte acá el "I'm a bitch, I'm a lover, I'm a child, I'm a mother..." no es tan pegajoso.
También, hace un tiempo vengo escuchando la otra banda de la que me hablaste, Nouvelle Vague, me encantó. ¿sigo tus pasos? :S je.
en el punto 3. te faltó sumarle las sustancias previamente ingeridas.

bso.

Anónimo dijo...

Excelente.Me encanto casi todo. Soberbia versión de Bitch, tema que ningunee en su momento, pero ahora...
Que sorpresa ! Y cuando se supone que estos tipos tocaron acá ?
Gracias.
Saluts.

Anónimo dijo...

Hola!! gracias por participar de nuestro blog, nosotros haremos lo mismo con el tuyo jeje
No conozco la banda, pero gracias a tu comentario me dio intriga por escucharla jejeje.
Muy bueno esto de recomendar bandas.

Seguimos comunicados.
Un saludo

Pablo Di Iorio dijo...

Re copado Room Eleven.
Ella es divina, como Nina Persson de Cardigans con Erika Christensen de Traffic, mucha onda.

No me gusta el jazz, pero esta banda si.


Se viene otra fiesta Ubica, nos intimidamos luego, bichito de luz.

c.u.
Pablito