Una puerta es una puerta.
Late en el pecho. Suspende la
lengua. No hay más que voces inarticuladas, totalmente comprensibles. Y seis
gritos de papel que hacen una llamarada de agua.
No hay que entender. Gracias. No
hay que entender.
Pero la filosofía oriental y el
último disco de Pedro Aznar han cansado, y sobra decir lo interesante que es
cuando ser pierde su esencia
copulativa, cuando no se busca complacer más que al cuerpo y al cuero.
Entonces, esternones doloridos,
camisas que no se enfriaron hasta el amanecer del lunes, pies que no recordaban
semejantes saltos, bocas cansadas de tanta boca abierta.
Las únicas palabras que escuché
fueron un enardecido "BASTA, estamos acá, ESTAMOS ACÁ" de un actor a
un tipo que se empeñaba a filmar un número a medio metro de su nariz -mientras
el primero le estrujaba el teléfono que minutos después se empaparía con agua y
música (si se atrevió a bailar)-.
Hay que ir, a, ante, bajo, con,
desde, hacia/hasta, para, por, según, so, sobre, tras fuerza bruta.
Pero no hay que ir a Fuerza
Bruta. Es atroz que nos excite un sobresalto en la rutina donde sonrisa y
físico amanecen como últimos acampantes olvidados de un viaje en que el cerebro
picó en punta. ¿Dónde estamos? ¿Por qué no acá?
¿Qué-estamos-haciendo-mal?
¿Por qué no acá siempre?
"Borrada la idea de
espectáculo y de historia, accedemos al plano de la experiencia. Usted es
parte. Déjese llevar. Sea."
Debemos dejar de complacernos
con la pausa burguesa como ventana a lo que no somos. El circo de saltimbanquis
pasa por el camino y corremos a verlo. No. Cortar el cable de acero a la
huerta, huir por los montes, nadar para siempre.
¡Cómo llevar eso todos los días!
A la vereda. A los martes. A la ropa que visto, a los comprobantes de pagos no
realizados, a la dirección general impositiva.
Qué.
La sorpresa no es un efecto, es un estado
constante.
Pero entonces, no ser la piedra
del camino, ni el mantel del café del pueblo, ni los transeúntes pro et contra,
ni ser el caminante: ser la soga atada a la espalda, ser el papel volando de la
pared de ladrillos, ser, finalmente, agua.
Sea uno, en conclusión, con eso arrastrado
de la punta de los pies, tirado de los dedos y del pupo. Luz al sesgo, torbellino
de un solo flujo y cinco extremidades.
Asistir, como un disparo, un
rayo fulminante de viento, tres racimos de calma. Una honda y final lluvia. Para
siempre.
Ser espacio, línea. Ámbito y
tensión. Cuatro ondinas sobre nuestras cabezas, un impulso eléctrico atravesado
por láminas de papel satén, trece burbujas opacas de vapor en masa, palma de
una mano en contacto candido y primero con un cuerpo. Excitación, exaltación, a
plena fuerza bruta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario