martes, 18 de marzo de 2008

Sobre Ubú, Un Beso Único*

Estoy sentado. Se acerca un hombre, pelado, mediana edad, cara de lujuria caníbal, un tanto transpirado; me alcanza un preservativo, y con un gesto que consiste en un puño cerrado ahuecado movido pendular y horizontalmente a la altura del bajo vientre de adelante hacia atrás, acompañado de un gesto con los ojos me sugiere que me acueste con la muchacha sentada al lado mío.

Se aleja. Un rato después interrumpirá brevemente un diálogo con su 'señora' para insultar en un correctísimo castellano rioplatense contemporáneo a unos sujetos sentados en sillones a unos metros de él. E incluso unos minutos después estará a punto de trompearse con otro sujeto porque sus risas, es decir las del señor pelado, ahora fumando sentado en un sillón, parecen entorpecer la correcta emsión del monólogo de un muchacho alto.

Ubú, un beso único, de Guillermo Yanícola, es una obra que no pasa desapercibida para el espectador despierto, ni para el espectador dormido, ni para el tradicional espectador que espera ver a Jarry 'au pied de sa lettre', y quizás para nadie que vaya al teatro, aunque sea, por segunda vez.

Ubú rompe con todo lo que el teatro cree que debe ser, o al menos con lo que se espera de él. Combina técnicas diversas que abren planos nuevos (y que al menos nunca ví empleados de tal manera) pero con una constante que es la consciencia de ficcionalidad, de arte-f-acto, artificio hecho (y encima, casi 'en el acto') ; esa noción atravieza la obra, los personajes y la interacción (sí, interracción) público/obra. Pero estoy traicionando a su espíritu al decir público/escenario, o al menos poniendo la barra esa, '/'. Uno puede trazar una línea desde la mano que pagó la entrada (que es la que tipea esto) hasta el aliento de cada actor y personaje desvaneciéndose en el aire sin detenerse sin tener que pegar ningún salto, traspasar paredes elididas, prohibidas, ignoradas y, por demás, irreales.

Personalmente, creo que el teatro no tiene el deber de ser nada, ser de alguna manera, de respetar, de respetarse. Con esto en mente, puede ser lo que quiere, y desde ese 'ser lo que quiera' parte Ubú. Si bien se recorta transgrediendo el plano de lo previamente convenido (digamos, los límites trazados por las convenciones del teatro 'a la italiana'), se nos invita a muchísimo más que un simple acto de ruptura vanguardista.

Hablé con varias personas sobre Ubú y me causa simpatía el choque que genera un objeto de tan difícil 'aprehensión' o recepción. Si bien el público puede estar acostumbrado a que algún actor o actriz se siente en su falda, representa otra cosa cuando es interpelado, es bienvenido como se recibe a alguien en una fiesta, convidado de bebidas, preservativos y papel higiénico, exigido a que contraataque un bombardeo de manos de los actores, todo eso en un 'marco' de carnaval donde todo el mundo es un invitado más y los actores están jugando a representar una obra, Ubú Rey. Entonces el público no es público, sino que es alguien, alguien como los actores, como cada uno en la calle.

Como dije antes, Yanícola podría quedarse en la denuncia, en un acto vacío, pero no lo hace, y hace en cambio lo más maravilloso que podría hacer: invita a jugar. Jugar no como sinónimo de divertirse ni de entretenerse, sino de un modo que implica un ponerse en juego, jugarse. Las primeras impresiones que tuve al empezar a estudiar teatro fueron las reacciones ante la palabra maravillosa del juego. El juego se presentaba por dos cosas: juego era jugar y creer lo que uno juega (jugar como juega un chico, convencido de que existe todo lo que su imaginación quiera), y juego era ponerse en juego, jugarse uno. Lo más grato de esto, algo que se comprende luego de unos -cuantos- primeros miedos, es que al fin y al cabo, uno puede 'tirarse a la pileta' sabiendo que no importa cuán mal se caiga o se salga, todo es un juego; puede traer el mayor de los goces y cobrar sentido (es decir, ser un verdadero otro plano) si es bien jugado, jugándose**.

El juego al que nos invita y plantea Ubú es uno múltiple, en el que actores y espectadores son autoconscientes de la irrealidad de lo actuado, de lo representado, y que con eso a cuestas se hace, ES; la representación se sostiene por la convicción de que es irreal y real, y de que puede serlo simultáneamente.
¿Cómo sino seguir sin querer asesinar a Sebastián Villar, que luego de una escena de un largo monólogo a los pies de las sillas del público, en cuasi agónico llanto de queja, de bronca, de impotencia ante la traición, se levanta-como-si-nada, se limpia un poco la cara con la manga, y se dirige al afiche colgado al costado de la sala (afiche que contiene los núcleos dramáticos que integran la obra) y pregunta "¿ya estamos, no, chicos?"?

Pero además de eso, Ubú es una obra-evento-fiesta que tiene carácter de eso: es espontánea, e irrepetible. La obra sigue un texto y de su correcto uso (tiempo y forma, poniéndolo rústicamente) depende la coherencia de cada unidad dramática; éstas unidades, así como cualquier cosa dicha, agregada, quitada o modificada, varían y fluctúan de acuerdo a la elección de los actores. Más aún, y como pasa en cualquier obra, las funciones son profundamente diferentes entre sí aparte de este caracter puramente estructural. Vi dos funciones y vi dos obras diferentes. en una salí, di la mano al director y retorné para saludar a unas amigas fumando frenéticamente, al borde de la depresión. En otra, la del 29 de febrero, terminé saltando con la música en el escenario abrazado a la chica que Ubú Rey me encomendó follar sin poder calmar los nervios, con los pómulos doloridos de la risa y unas ganas indescriptibles de largarme a llorar.

Poner Ubú, un beso único es quizás más difícil que hacerlo con una obra como 'La duda', o incluso 'El Niño Argentino' (dos de las mejores obras de la cartelera 'extranjera' de la temporada). En el caso de la primera, en todas las funciones Toscano dirá lo mismo (hará lo mismo, atravezará lo mismo, dará X golpe en x momento y girará y dirá X, etc.... todas las funciones), y de acuerdo a cómo haya entrado, lo que le haya pasado antes, el clima y tantos otros factores, la función será muy muy buena (tal es su piso) o será excelente, su mejor versión (que dudo haber visto), tendrá un transcurrir emocional, una conección que se colocará (diferentemente a ojos de público, director y actores, siempre) por encima de las otras. En todo caso, será siempre la misma dentro de los límites que se ha permitido. Ubú es una obra, con toda su 'métrica' y sistema fluido de correlaciones, que permite hacer de sí muchas, infinitas, y nunca la misma. El papel del actor es justamente el de un actante, quien acciona y hace.

Otro de los aspectos particulares de Ubú es su 'foco', es decir, hacia donde va la atención del espectador. La obra se presenta como un hecho de diferentes niveles casi indiscernibles donde el límite es la calle misma. El plano re-creado por la proyección de imágenes (desde fotos hasta el espacio tras bambalinas, parte del guión o el mismo público) es empleado para mostrar ciertas cosas que no se ven, o tomar fotos de la acción, dar otro ángulo del escenario, o mostrar fotografías que son imitadas en la escena.**** Por otro lado, 'cosas' ocurren a los costados en los sillones, en los pasillos, etc: los propios actores son espectadores de ellos mismos y juegan un rol que bordea el de verdaderos agitadores. Ubú extrema la necesidad de elegir, tratar de escuchar, relacionar, pegar, ver hacia toda esquina. No vi Muñiz, ni Los Fines, ni Disparate (obras anteriores de Yanícola), pero quizás un antecedente de esto es aquel momento en el que, en 'Sueño de una noche de verano', de Teatrantes, los actores gritan '¡Guille!' a un Yanícola que continuaba tocando la guitarra en vez de ir a hacer su personaje. En esa puesta, los actores que no participaban de la acción hacían cambios de vestuario y esperaban sentados en unos banquitos dispuestos a los lados del escenario, completamente visibles al público. En Ubú, el espectador 'puede elegir' entre Macbeth, Hamlet, Jarry, Man Ray, Artaud, la fiesta, la representación, sí mismo, su propia imagen en pantalla, Yanícola, los textos, las fotos, o todo eso junto.

En una crítica que me gustó mucho, Gabriel Cabrejas habla de un nuevo concepto de teatro, que "pone una bomba en el edificio de la escena local y en vez de correr a refugiarse, se queda a ver qué pasa... ¿nos daremos cuenta de que contemplamos un episodio histórico del teatro marplatense?" Hace unos días se eliminó una serie de entrevistas a Yanícola del blog de Ubú que alcancé a leer pero no a guardar; en alguna de ellas se hacía mención a una frase que omite el director en la adaptación, que continúa la que oficia de epígrafe a la 'carta de presentación' de la obra. Es interesante analizar dicha omisión junto con el comentario de Cabrejas, porque de la misma manera en que en una adivinanza la única palabra que no debe decirse será la que es su incógnita, en Ubú se demuele todo, y con los escombros se construyen maravillosos palacios. Como ya dije, la obra podría quedarse en la crítica despiadada, en una mera transgresión vacía, o en un acto de denuncia, pero ES todo eso porque constituye un objeto que se justifica desde el hecho, desde la existencia de Ubú, desde su indistinta fragmentación y continuidad de planos, desde la historia que se narra y se juega, desde la mirada penetrante a la cara del espectador, a quien se interpela si la está pasando bien.

Como pregunta acertadamente Gabriel Cabrejas, "¿Existe, al fin, la máscara?". La respuesta parece dibujarse en el escenario cada vez que se inicia la fiesta a la que estamos invitados, fiesta que no termina, porque (y esto no requiere ya más garantías) estaremos representando, también, alguna absurda farsa de máscaras, (máscaras también de espectadores de teatro, voyeurs de absurdas paredes invisibles), de historias sospechosamente familiares y repetidas, poéticas, idiotas, incomprensibles y únicas, y alguien estará llorando o riéndose de nosotros, sin saber muy bien quién está adentro y quién está afuera. Habrá que jugar el papel de cada uno, copilla de champagne en mano, rollo de Higienol en la otra, y mierdra.

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* El título actualizado de este post tendría que ser algo como 'tardío informe de mis impresiones sobre Ubú..."

** Recuerdo un temprano ejercicio que tuvo tanto de productivo como de alegórico y de aleccionador, aparte de desafiante. Imaginar una mariposa, con cada textura en su cada milímetro. Imaginarla posada sobre nuestro dedo, lentamente moviendo sus alas, y seguirla con la vista al desprender vuelo y volar (volar como vuela una mariposa, espasmódicamente, en direcciones caprichosas e impredecibles) por toda la sala, permaneciendo siempre cerca de ella, y cuidando de no golpear a ninguno de las otras personas (era un ejercicio grupal); lo principal era concentrarse en cada movimiento, su reacción con el espacio, con los otros, con el viento, y no perderla nunca de vista, nunca dejar de tenerla entre nuestros ojos, siempre volando. El ejercicio terminaba luego de unas consignas más, y duraba unos 40 o 50 minutos, y se sostenía no por la capacidad imaginativa de cada uno, sino por la convicción de que eso, lo imaginado, estaba ahí, por la convicción del hecho y no la búsqueda de sus causas y razones.

*** No dije nada sobre el trabajo de los actores. Bueno, semejante pieza no se sostendría sin un elenco semejante; en uno de los artículos transcriptos que se eliminaron del Ublog alguien opinaba que Yanícola tenía un gran ojo para armar elencos como piezas de relojería, donde no sobra ni falta nada (algo así, no recuerdo palabras exactas). Coincido con eso y agrego que las actuaciones son brutales, y además se puede 'dar fe' de una entrega absoluta, dada la característica de inesperada de la evolución posible de los eventos.
Mis aplausos y rollazos de papel para Olivia Diab, Daniela Silva, Paola Belfiore, Gabriel Celaya, Alejandro Frenkel, Maximiliano Mena y Sebastián Villar (y respectivos suplentes y director).

**** Última y me voy: ¿yo estoy con mucho Spinetta en la cabeza, o el verde y amarillo del 'cartón de presentación' y la forma de la proyección tienen un cierto sabor artaudiano?

Febrero / 2008

5 comentarios:

fermugica dijo...

Yo no sé decir mucho pero Ubú me pareció genial. Y me gusta la idea de "trazar una línea desde la mano que pagó la entrada hasta el aliento de cada actor y personaje desvaneciéndose en el aire sin detenerse (...)"
Yo estaba sentada al lado del afiche con los núcleos dramáticos, y por momentos me daban muchas ganas de levantarme y tachar alguno, antes de que viniera el actor mismo y lo tachara.

Y me quedé con ganas de verlos otra vez.

Pablo Di Iorio dijo...

Nuevo.

Preservativo?

Pablo Di Iorio dijo...

"Nuevo" es tengo un post nuevo vení leélo decile a tus amigos quiero ser una estrella y pasear la alfombra roja con mi estola y que se me mojen las paties con el flash de sus cámaras.

AB dijo...

Fer: Si no me equivoco, la suben de nuevo cada 15 días o algo así en el Club, y seguro me aparezco.

Pablo: Mis amigos no tienen cámaras...

Gracias por leer y comentar.

Saludos.

Mariana dijo...

llego tarde... pero no importa.
sabés que a mí también me encantó. tu post me pareció excelente.
también tengo ganas de ir a verla de nuevo para ver que pasa, para ver como se mueven las piezas... para moverlas yo.

salute.